Los
sonidos de afuera nos confunden, nos apartan, cambia nuestros rumbo, nos
encierra en el egoísmo, en lo superficial, en cosas que no tienen sentido ni
valor, disfrazado de cosas aparentemente importantes o buenas, divertidas,
siendo que esconden una oscura verdad, pues su aparente poder no funciona en
nosotros, no nos llena, no nos convence, al contrario nos deja caer en un hoyo
profundo de vacío verdadero.
Déjate llevar por esa fuerza,
deja que te eleve con su suave brisa que te envuelve el alma, y te toque lo más
profundo de tu ser, esa fuerza inspiradora, de luz y calor, luz para no
perdernos, para seguir el camino correcto, para ver la realidad de las cosas y
no encerrarnos en su apariencia, y calor
para abrigarnos el corazón, para romper toda las durezas y frialdades que
cierra sus puertas y no nos dejan mostrarnos tal como somos, que esconde
nuestra esencia detrás de paradigmas o ideas equivocadas, que no nos dejan
alzar vuelo a lo transcendental, elevado y profundo.
Este es el momento, de ir
soltando lo malo, dejando atrás las apariencias, liberando nuestro corazón,
desatando los nudos y las cadenas que nos atan a situaciones pasadas de dolor y
agonía, escapando de aquel monstruo de
culpabilidad que intenta aplastarnos con su fuerza, huir del carcelero del
miedo, que nos encierra, nos paraliza, no permite que volemos, no deja que
esparzamos nuestro poder, nuestra mágica esencia de ser realmente lo que somos,
un tesoro brillante.
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